El pulverizador de su Chanel nº5 está seco. La luz tenue ensombrece
los pliegues de una cama deshecha. Entre las sábanas, una figura desnuda
sostiene un libro. El roce de sus dedos con las páginas se detiene por el
ruido del teléfono. Norma Jeane descuelga el auricular con los ojos clavados en las
páginas...
Otro perfume de hablar de
Sesi García (San Sebastián de los Reyes, 1992), título extraído de un verso de Blas de Otero, se
nos presenta como la continuación de su ópera prima Tabaco de liar (Canalla ediciones, 2012) y se asienta como el
inicio de una obra de madurez. Sin abandonar los temas que regían su primer
trabajo, el poeta se adentra en una poética más reflexiva, herencia de Claudio
Rodríguez y Antonio Machado, donde su capacidad para hacer suya la realidad y
el entorno, el tratamiento del deseo, así como la preocupación por la belleza,
serán los puntos claves de su obra. Sin embargo, en contra del término “poesía
de la experiencia”, me inclino a definir la poética de Sesi con el término
acuñado por el poeta y editor italiano Emilio Coco: la línea clara. Mediante
este enfoque el autor huye de una retórica adornada y busca, mediante la
sencillez, una conexión inmediata con el lector.
Uno de los
primeros aspectos en los que uno repara cuando se sumerge en estas páginas, es
el tratamiento del deseo mediante la presencia recurrente de la mujer. En
palabras de Francisco Umbral, podríamos
decir que en los ojos del poeta siempre vive una mujer: “La mirada es la única
forma de posesión completa, total. Ver vivir a la mujer, verla moverse, dentro
de una armonía que la circunda, tenerla apresada en la retina, en la pupila, sin
que ella lo sepa”. En El sitio más
indescriptible de nuestra fe es donde se manifiesta con más intensidad la
idea. Encontramos versos que parten desde la reflexión vital “A estas personas en tus
ojos ya/ las había encontrado mucho antes de que/ me miraras” a la íntima
fragilidad de la ropa sobre la carne “Tu ropa tiene que ser general, / tiene
que aprender a escribir en el aire las cosas más fugaces y decirlas de memoria,
cuando susurre/ a un cuerpo desnudo, a un cuello que duerme”. Pese al predominio del deseo
en este primer conjunto de poemas, encontramos otro de los temas fundamentales
de su poesía: la familia. En Lelo, el
poeta esboza una imagen de su abuelo que, sin renunciar a la sobriedad del
discurso, consigue una atmósfera de lirismo que remata con los versos
finales “Sincero has sido siempre con tu nieto/ que nunca dejará de dibujarte/
con sus ceras de amor a los cuatro años/ buscando entre vejez tan amorosa/ el
secreto que tienes cuando caminas solo”.
Si consideramos un libro como un viaje
iniciático, será a partir de Todo causa
de vástagos vitales donde el poeta, sin abandonar los temas mencionados
con anterioridad, elabora una línea más introspectiva cuya motivación es, principalmente, el conocimiento personal. No sólo encontramos una renovación en cuanto a la expresividad, sino también en el aspecto técnico y el ritmo. La prevalencia del endecasílabo y
la métrica irregular, a menudo por aproximación, así como la ruptura del ritmo
mediante el uso constante de encabalgamientos abruptos, se ven interrumpidos por el uso del versículo y versos de arte menor. Encontramos un ejemplo en el poema
Gato de poeta – homenaje al poema de
Claudio Rodríguez, Perro de poeta, que
dedica a Vicente Aleixandre– donde combina heptasílabos y endecasílabos
“Compañero pasivo, / amigo interesado/ Marramaquiz sin mona pero atento”.
También destaca el empleo de estrofas sáfico adónicas
–incompletas, eso sí– con uso de la rima asonante “Que me regales un libro
que tenga/ y una rosa en los labios en la Rambla/ calor, calor, calor, refresco
y caña/ y la sorpresa”.
La última
parte del libro Poemas de la imaginación
propia en Segovia, se une a las dos anteriores mediante el poema La imaginación propia donde, a
través del recurso de las anotaciones, consigue crear un nexo sólido que
precede a la estancia del poeta en la ciudad. A diferencia de Poeta en Nueva York –y pese a la su evidente influencia en la elaboración de este último apartado–, la
visión profundamente humana del poeta consigue crear una intimidad entre hombre
y urbe; da la sensación al lector de haber paseado por allí –en caso de no
haberla conocido nunca– o de sentir el sabor de su aire en los labios si se
conoce. No todas las ciudades están hechas para los hombres.
…Peter Lawford
está al otro lado del teléfono. Hay una fiesta en su casa; en este momento es
cuñado del presidente. Norma está invitada. Entre leves balbuceos, aún inmersa
en su lectura, se niega a asistir y consigue decir unas últimas palabras con
dificultad: “Despídeme de Pat, despídeme del presidente y despídeme de ti
porque eres un buen tipo”. Entonces cuelga el teléfono, arranca varios poemas
del libro y se acuesta sobre ellos. Su aliento se apaga. El pulverizador del perfume permanece seco.
Km.12 Perfume y memoria. Hablamos de Otro perfume de hablar de Sesi García, 2014, Eirene Editorial.
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