Km.19 La cotidianidad ineludible. Hablamos de Pequeños holocaustos sin importancia de Iñaki Carrasco González, 2013, Amargord Ediciones.
Han pasado nueve días. Dejo sonar
una vez más Love song #2 de White
Buffalo. Una vez más, al menos. Las canciones de los hombres vencidos son las
más fáciles de aprender. La camiseta que sacudo es la misma desde entonces. No
consigo quitarle las arrugas ni disimular el olor, así que me pongo la sudadera.
Hago la cuenta de la compra para esta semana: pan de molde, jamón york y queso
dos veces al día. Eso cubren cinco días con mis últimos diez euros; cuatro, si
es domingo y bajo al kebab. Estoy pensando en apagar la nevera.
Leí que, cuando se está perdido,
conviene volver al comienzo. Al otro lado de mi hilo de Ariadna están, entre otros,
los Pequeños holocaustos sin importancia de
Iñaki Carrasco (Madrid, 1976). Este breve primer libro se presenta, por un
lado, como herencia del realismo sucio, en especial de la figura de Raymond
Carver, y una leve influencia de la escuela de Nueva York a través de autores
como Frank O’Hara o John Ashbery. Sin embargo, esta clasificación sería
simplista e incompleta si olvidamos que Iñaki también bebe de la poesía
castellana con autores como Antonio Gamoneda y su Blues Castellano, que pone la sangre necesaria para que el poemario
respire de principio a fin.
Iñaki Carrasco nos presenta una
poesía sobria, carente de juegos retóricos y una gran naturalidad en la
disposición de los elementos. Se expresa con un lenguaje y una sintaxis
sencilla, sin puntos de moral y mediante un yo, a menudo, narrativo inmerso en
los sucesos cotidianos. Fruto de esa épica, encontramos, en la mayoría de los
casos, una preferencia por el versículo, alternado por versos de arte menor en
algunos poemas que ponen de manifiesto la intimidad intrínseca del discurso e
imita el carácter coloquial de la conversación. Esto no es óbice para que el
ritmo se mantenga con ligereza y disponga su propia música. El punto de
complicidad y empatía se traduce en pequeños fragmentos de vida en los que consigue
sumergir al lector por su cercanía. Aunque Iñaki toma distancia por medio de
diversos personajes, los cuales funcionan como un símbolo de las diferentes voces
internas del poeta, su figura es fácilmente reconocible. Un ejemplo de ello es
el poema que abre el libro; no sólo supone una pequeña muestra de lo dicho con
anterioridad, sino que funciona, en cierto modo, como una poética subliminal:
Este es un hombre como tantos otros
no tiene nada diferente de ti o de
mí.
Es feliz porque lleva una sonrisa
en la cara
y porque a sus hijos, a su esposa,
no les falta nada de lo que
necesitan.
Ayer fue domingo e hicieron una
barbacoa en casa de unos
amigos.
Su amigo es también su compañero de
trabajo
la esposa es administrativa en una
factoría,
como ayer se les alargó la velada
hoy tienen sueño, pero son felices
y este hombre se esfuerza en
levantarse sin hacer ruido
mira tiernamente a su esposa, que
aún duerme
baja a la cocina, prepara el
desayuno, se asea, se viste,
con cuidado para no despertar a sus
hijas, que también
duermen.
Antes de irse vuelve a subir, besa
a su esposa, a sus hijas
y se siente orgulloso
porque gracias a su empeño, a su
trabajo
ellas también son felices
hace lo que debe hacer un padre de
familia
se desvive por los suyos, se
sacrifica, hace lo correcto.
Y se marcha
este hombre feliz es contable
pasa el día en una oficina,
cuadrando cuentas, revisando libros
todavía no ha amanecido pero la
calculadora ya le espera
está orgulloso y es feliz: hace lo
que debe
acaba de sentarse a su mesa
en el edificio administrativo
del campo de trabajo de Auschwitz
I.
Como podemos ver, la técnica del correlato
objetivo es evidente. Al igual que Bertrand Russell, T.S Eliot sostenía que “las emociones o las sensaciones existen sólo en la medida en la
que el poeta encuentra su equivalente en una serie de objetos, situación o
serie de acontecimientos” y este poema es un claro ejemplo de ello. En estos versos, al igual que los que le suceden, no
encontramos una conciencia en el personaje. En este caso, como si se tratase de
un villano de Shakespeare, el autor, a través de un ethos discursivo, consigue
hacernos cómplices de la catástrofe que culmina con el verso final. No existe
tampoco una resolución del problema, ni se aclara nada; la historia está, en
cierto modo, sin terminar.
El desamor es, si cabe, el otro
gran tema central que predomina entre los holocaustos de este libro. A través
de un juego semántico de corte culteranista, Iñaki nos remite a una especie de kinema amoris, donde establece un
paralelismo entre el cine y la figura de la amada en versos como “al menos no
eres technicolor/ pero había olvidado que desapareces en 120 minutos/ pones el
título de 'the end', enciendes las luces/ y tras las luces no hay nada”. Aunque
el ya citado correlato objetivo sea una de las técnicas más recurrentes, el
símbolo realista hace acto de presencia en poemas como Los grifos de tu lavabo donde, tras una ruptura, el poeta despierta
en otro piso y extraña los grifos de su otro hogar porque “Los de esta casa/
están mucho más fríos”.
En relación a esto, otro de los temas
destacados es la soledad. Bien sea a través de una voz ajena, o bien de la propia
experiencia del poeta, esta sensación imbuye prácticamente la totalidad de la
atmósfera en primer o segundo término, cuando no la aborda directamente. Esto,
sin embargo, no sería tan atractivo si el pathos
de los personajes no estuviese sustentado mediante la ironía:
Volverá la lluvia
volverá la lluvia como mi padre
volvió de la guerra
volverá la lluvia y no contará nada
volvió mi padre como la lluvia con
una venda en la frente
No habló de la camaradería ni de
las ratas ni de los piojos
no habló de la sarna ni del tifus
no me contó que hubieran tomado
ninguna trinchera
Me dijo que una noche de invierno
encontró a un hombre herido en el
barro
le clavó un cuchillo en la garganta
se quedó con sus botas, su reloj y
unas monedas
Otra vez en el monte
me contó que una mañana de patrulla
encontraron a una mujer sola
y que le dieron lo suyo
y mientras me lo contaba
reía
como cuando mató de un tiro a mi
perro
porque ladraba durante la siesta
Volverá la lluvia
y yo mediré el tiempo que quede
caminaré entre el barro y pagaré el
carbón
porque volverá el invierno
y volverá mi padre
que por suerte no murió en la
guerra.
Ciñéndome a la referencia anterior
a Shakespeare, así como Yago sólo puede ser vencido mediante el humor, la desmitificación
del soldado que vuelve victorioso, o al menos vivo de la guerra, así como el
desencanto de la figura paterna por su salvajismo, evoca una vergüenza que sólo
puede salvarse con la ironía.
Una vez recogido el hilo de Ariadna
y haber salido del laberinto, la importancia de estos holocaustos sólo pueden resumirla
las palabras de Yeats: “Fair and foul are near of kin, and
fair needs foul”.
Debería apagar la nevera. Hago la
cuenta de la compra para esta semana: pan de molde, jamón york y queso una vez
al día. Eso cubre tres días con mis últimos seis euros; dos, si es domingo y
bajo al kebab. La camiseta que sacudo es la misma desde entonces. No consigo
quitarle las arrugas ni disimular el olor, así que me pongo la sudadera. Dejo
sonar una vez más Love song #2 de
White Buffalo. Una vez más, al menos. Ha pasado un mes.
Km.19 La cotidianidad ineludible. Hablamos de Pequeños holocaustos sin importancia de Iñaki Carrasco González, 2013, Amargord Ediciones.
Reviewed by Anónimo
on
2:25
Rating:
No hay comentarios: