Km.3 El pensamiento bajo el óxido. Hablamos de Cronología del Óxido, Pablo Monforte, 2014, Harpo Libros

Llevo semanas releyendo estos poemas. Eso me hace pensar que merecen la pena, que se merecen mi tiempo. Los repaso y pienso: no me gustan todos, no haría todos míos, pero algunos son más míos que los míos propios y ojalá los hubiera escrito yo.

Cronología del óxido de Pablo Monforte no es un éxito de ventas ni nace para serlo. A mi gusto, es un poemario de un poeta que no aclama que lo es, sino uno que, como el verdadero poeta, no puede evitar serlo. Tímidamente despliega los resultados del tiempo en él, y en sus palabras cuidadas poéticamente observamos la reflexión después de los actos pasados. El óxido cubre un ayer y el hoy es ya solo óxido.

El juego de la palabra versus el juego del tiempo, donde los títulos de los poemas no son meras repeticiones del mismo texto, sino pistas clave para ganar la partida. Algunos de los temas son el tiempo que pasa sobre la conversión a adulto, sobre las palabras de su madre, sobre los amores que ya nunca serán; y la palabra, que se pregunta cómo resumir la vida en fonemas: “Débil argamasa es el poema/ para pronunciar amor./ Amor ofendido de la palabra/ que en palabra se queda”.

Ese es muy resumidamente el fondo. En cuanto a la forma, he de decir que es lo más particular de Monforte: consigue presentar poemas sencillos y accesibles sin caer en la simplicidad del sentimentalismo fácil. Esto lo hace deconstruyendo la idea o el sentimiento y recolocándolo en un puzzle de recursos estilísticos. “Fuimos ciertos/ porque sin palabras nos/ vivimos y matamos/ muchas veces./ Pero nunca atajamos esa insoportable necesidad/ de una constante. Nunca nos libramos de esa/ vergüenza que nos hiere/ por no/ saber/ herirnos/ (…) Fue amor, es innegable./ Pero tu esternón es un glaciar/ que lento e inexorable/ arrasaba todos mis días”. 

   

No he tenido el placer de escuchar estos poemas en la voz de Pablo, pero estoy muy segura de que si su uso de la palabra en papel ya revuelve, tiene que ser un auténtico placer observar la salida de estos poemas de su interior.

Idea

En qué momento dijo el niño

que las personas se morían.

Quién comenzó esta angustia

de sintomatología totalitaria

por perder

lo poco aprendido.

Mientras me confesaba 

ante lo voluble de todo, ante

la intrascendencia del nosotros

supe, 

como también saben los tontos,

que sencillamente 

no importaba.

Que pasará el tiempo 

y yo me sabré triste. 

Triste al saber 

que un día me moriré

o lo harás tú

y ninguno se enterará

ni se hará un nudo 

ni un pesar.

Quizás te invada

algo de nostalgia

–breve  e inofensiva–

un suspiro escueto

para en un instante

volver de nuevo

a tus hijos

o a tu marido.

Pero tampoco

porque no te enterarás.

Es

lo ridículo de todo esto.

Es 

lo que no quiero 

yo

que quisiera

verte morir 

ante la certeza de 

no 

                                       verte vivir.