Km.1 La palabra es tan sólo asilo en boca del que escucha, hablamos de Geografía azul de Andrea Toribio Álvarez, 2014, Los escritores bárbaros

Andrea Toribio nos informa de una situación terrible. Resulta que tiene un mundo entre el pecho y algún lóbulo cerebral que le guía la mano derecha (porque no es zurda, que lo sé yo) y de manera indiscriminada se vomita a sí mismo en palabras que merecen la pena ser leídas una a una y disfrutadas.

La soledad como estado interno permanente es la atmósfera idónea para su burbuja azul. A pesar de que la soledad la contienen sólo un número primo en sí y a ella en sí misma, asegura Andrea lo siguiente: ‘pero parece que en sí mismo. Y en <<otro>>’. En sus poemas el ‘tú’ se asoma con descaro, con amargor o con timidez, pero está. La segunda persona, a veces incluso del plural, entra en la parcela azul, no para quedarse quizá, pero sí para cambiarla, ‘y se me queda lo azul en la palma de la mano (telurismo)’.

Pero todo empezó con el sol de agosto y ese verso tan tenue de Cernuda, ‘qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman’. Un tú que no está en formato tú sino en amor y en la nostalgia de ‘saberse feliz en otro día’ y ‘escuchar el abismo que crean/ los cuerpos durante el amor’. Aparece en ese mes un amor (¿quizá el primero?) que supera al deseo con su realidad, ‘(Me toco) aprecio/ que existo (te beso)’, y un tequiero torpe despegado de los labios en primera persona del plural ‘disparado con/ un arma que no es la boca’. Creo que el culpable en este caso es esa rebelde burbuja azul.

No sabemos si es ya primavera pero hay 23 flores de amor, de muchos tipos de amor pasional, en los siguientes seis poemas. Me temo que a Andrea no le baten mariposas en el estómago, quizá el azul de la UAM (ups, ¡exclusiva!) las intoxica. Ella tiene dentro el corazón de un gorrión latiendo tan fuerte como para escapar antes de morir en las manos de Lorca. Hay un amor desde dentro que el mundo exterior va dando forma (el aliento del tú, la voz tañida por el desnudo, la miel en los labios). Otro amor pierde su nombre y la primera persona del plural se disgrega en dos singulares, ‘mi mano no/ es ya tu mano’. Un amor después más efímero que mañana no será ‘sino humedad dorada’, amor/deseo que ‘suspendido depura el/ amor’. Un amor dubitativo de tener más claro el futuro en el pasado que en el futuro. También hay un amor a la palabra trasmitida por ese buen profesor que se contagia tanto que lo hace suyo. Las últimas flores de esta primavera caduca las trae el realismo propio de quien yahapasadoporeso. Sabe que le va a costar caro este amor pero el tú no puede marcharse a pesar de que ella no lo ate a la cama a lo Banderas y Abril. Quizá es éste el amor definitivo, el realista que nos lleva a…

Febrero y sus ‘quédate’, ‘suspira’, ‘duerme’, ‘vive’, ‘¿qué película quieres ver?’, ‘mirando tu ombligo’. Un TÚ mayúsculo ha inundado febrero y no hay que esconderlo porque ya tiene acceso total a la zona vip de la parcela azul.

Y a partir de aquí ya el amor pasional parece ser tan idóneo que se hace un hueco en esta geografía al vosotros, que en verdad son constructores también del mundo azul. Dialoga con los recuerdos y escuchamos al padre nostálgico que ya no ve a su niña; a sus amigas y a su madre con voces desde la infancia hasta hoy. Desde fuera, como la corriente de aire que se genera en la café de filo y letras de la UAM, entra el color azul que todo lo tiñe, con algo de argentino y futurista. Es un mundo exterior, unos compañeros de compromiso literario que la arropan.

Cierra Geografía azul con tres textos en prosa que aunque ella declara no saber muy bien que son, me atrevo a definirlos como relatosreflexivosdelageorgrafíaazul. Estos textos, a mi parecer, son los que más ahondan en la marea azul de sus adentros, porque tienen sus oleajes y vaivenes que la descubren como es.

Del lenguaje diré y digo que el intimismo tan maduro de esta obra llama poderosamente la atención teniendo en cuenta la edad de la autora. Andrea no dice, no exclama, sugiere tímidamente y lo expresa demostrando un alto conocimiento de las posibilidades creativas del español. Si ella me lo permite, asociaré su obra con la de Olvido García Valdés, quien también retuerce las palabras de un modo tan natural que, hablando nuestro mismo idioma, se nos antoja bilingüe.

Por último, añado a este comentario la alegría que me causa personalmente el hecho de que autores jóvenes que no tienen el respaldo de una editorial inversora, por los motivos que sean, se atrevan a valorar su propia obra, a invertir en ella y a defenderla porque ésa (aunque muchos lo discutan) es la mayor garantía de la calidad del contenido.